Finalmente, muchas personas prefieren evitar actividades que impliquen riesgos físicos o emocionales en este día. Desde tomar decisiones arriesgadas en los negocios hasta realizar deportes extremos, se cree que cualquier acción que implique un alto grado de incertidumbre o peligro podría salir mal debido a la influencia de la superstición. Esto se extiende también a pequeños gestos, como romper espejos o abrir paraguas dentro de casa, prácticas que ya son consideradas portadoras de mala suerte en general, pero que en el contexto de un viernes 13, se multiplican.
Aunque las raíces de la superstición del viernes 13 son bastante antiguas, fue en el siglo XX cuando esta creencia se consolidó en la cultura popular. El cine y la literatura, en particular la famosa saga de películas de terror “Viernes 13″, protagonizada por el asesino Jason Voorhees, jugó un papel crucial en la difusión mundial de esta superstición. La serie, que comenzó en 1980, cimentó la conexión entre este día y eventos desafortunados, convirtiendo el viernes 13 en un ícono cultural asociado con el terror.
De acuerdo con un artículo de la BBC, algunos hoteles y edificios, sobre todo en Estados Unidos, han optado por omitir el número 13 en sus habitaciones o pisos, saltando directamente del número 12 al 14, para evitar incomodar a los superticiosos.
Curiosamente, no en todas partes del mundo el viernes 13 es considerado un día de mala suerte. En algunos países de Europa, como Italia, el día que se teme es el viernes 17, debido a la forma en que el número romano XVII (17) puede ser reorganizado para formar la palabra “VIXI”, que en latín significa “mi vida ha terminado”. En España, el día de la mala suerte es el martes 13, debido a su conexión con Marte, el dios romano de la guerra y la destrucción.
En cualquier caso, la superstición alrededor del viernes 13 sigue viva, aunque no exista evidencia concreta que demuestre que realmente suceden más desgracias en este día. Como señala National Geographic, “si algo malo sucede en este día, lo notamos más”. Así, el temor persiste en el imaginario colectivo, alimentado por siglos de tradición cultural, religiosa y mediática.