¿Cuál es el costo que deben pagar las familias por sus parientes desaparecidos?
Esta realidad deja en evidencia no solo la indiferencia institucional, sino también la superficialidad con la que muchos enfrentamos estas tragedias. Las autoridades que tienen el deber de investigar …
Por Julissa Martinez
En los últimos meses, en la República Dominicana ha aumentado la visibilidad de las denuncias sobre personas desaparecidas. Son miles de familias que claman por respuestas, por justicia, por saber qué pasó con sus seres queridos. Sin embargo, como sociedad, hemos dejado este dolor en la atención momentánea, en la fugaz emoción del instante.
Esta realidad deja en evidencia no solo la indiferencia institucional, sino también la superficialidad con la que muchos enfrentamos estas tragedias. Las autoridades que tienen el deber de investigar y proteger a los ciudadanos muchas veces se mueven solo cuando hay presión mediática. Y cuando las cámaras se apagan, cuando los titulares cambian, las investigaciones se detienen, los casos se enfrían, y las familias quedan silenciadas.
Los medios de comunicación han hecho su parte: ejercer presión, dar voz a los desaparecidos, exponer la desesperación de sus seres queridos. Pero su alcance no debería ser la única herramienta para que las autoridades actúen. No puede ser que solo cuando hay un escándalo en redes sociales o un reportaje en televisión se dé una respuesta. ¿Y después? Después solo quedan carteles mojados por la lluvia, miradas perdidas en las calles, y familias que no dejan de buscar.
El dolor y el clamor de madres, padres, hijos y hermanos se están dejando en el olvido. Los desaparecidos dominicanos no pueden seguir siendo solo un tema del momento. No pueden seguir siendo un archivo cerrado, una estadística más, un cartel viejo que nadie mira.
Cada desaparecido es una historia, una vida, una familia rota. Necesitamos que las autoridades actúen con responsabilidad y compromiso permanente. Necesitamos que como sociedad no dejemos que el silencio se imponga sobre el dolor.
Porque detrás de cada “se busca”, hay un corazón que no descansa hasta encontrar.