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Economía

Aranceles, inflación y economías interconectadas: ¿Cómo blindarnos?

Si un proveedor asiático de componentes electrónicos traslada sus costos adicionales a mercados secundarios como el nuestro, el aumento en precios es inmediato.

Nicole Paola Rodríguez Peralta • May 14, 2025 6:00 pm
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La política proteccionista en Estados Unidos ya no es una amenaza latente: es una realidad en curso. Desde abril de 2025, entraron en vigor los nuevos aranceles impulsados por la administración de Donald Trump, que contemplan un gravamen general del 10% a todos los productos importados, junto a tarifas aún más altas para ciertos países y sectores estratégicos.

Esta medida, más allá de sus motivaciones políticas, ha comenzado a alterar de forma tangible el comercio global. Para economías interdependientes como la de República Dominicana —altamente dependiente de importaciones y con relaciones comerciales estrechas con EE.UU.—, estas acciones no son simples decisiones de política interna estadounidense. Son ondas expansivas que se traducen en inflación, presión cambiaria y encarecimiento generalizado.

Aunque la narrativa oficial estadounidense se centra en “proteger empleos locales”, el efecto dominó ya se siente en las cadenas de suministro. Si un proveedor asiático de componentes electrónicos traslada sus costos adicionales a mercados secundarios como el nuestro, el aumento en precios es inmediato. Y si los productos terminados que importamos en dólares desde EE.UU. o desde terceros países encarecen sus precios, el consumidor dominicano paga la factura, tanto en supermercados como en tecnología, vehículos, textiles y más. Además, este nuevo escenario presiona el tipo de cambio, aumenta los costos de reposición para importadores, y compromete la rentabilidad de negocios que operan con márgenes ajustados. El resultado: menor poder adquisitivo, más incertidumbre y mayor dificultad para planificar financieramente a corto y mediano plazo.

Ante esto, la pasividad no es opción.

A nivel empresarial, se imponen acciones urgentes:

 

  • Diversificar proveedores geográficamente.
  • Aplicar coberturas cambiarias (hedging) cuando sea viable.
  • Gestionar estratégicamente los inventarios, evitando sobrecostos por acumulación o escasez crítica.
  • Anticipar la evolución de los precios internacionales de materias primas clave.

A nivel personal, la inteligencia financiera se convierte en una necesidad estratégica:

  • Reforzar el ahorro como escudo contra la incertidumbre.
  • Ajustar presupuestos para adaptarse al nuevo costo de vida.
  • Usar el crédito con prudencia y evitar endeudamiento por consumo.
  • Diversificar los ingresos y priorizar inversiones que sirvan de cobertura contra la inflación, como bienes raíces o instrumentos indexados.

La realidad es ineludible: en un mundo interconectado, la política económica de una potencia puede modificar tu presupuesto personal o empresarial sin previo aviso. La resiliencia no se construye solo desde los gobiernos. Se edifica también desde la disciplina financiera, la capacidad de adaptación y la toma de decisiones estratégicas.

Hoy, más que nunca, la educación financiera no es un lujo: es una necesidad de supervivencia.