¿Hasta cuándo vamos a mirar hacia otro lado? Nos duele la delincuencia, pero ignoramos su raíz
Vivencias que arrastran a familias enteras en barrios y comunidades marginadas, donde la delincuencia es el pan de cada día. Donde los robos, los asesinatos, y las adolescentes de 11, 12 y 13 años emb…
Por Julissa Martínez
Existen circunstancias que nos devastan, pero pocas veces nos detenemos a mirar lo que realmente nos falta como hijos, madres, padres, amigos o compañeros. Nos encerramos en una burbuja donde solo observamos nuestro entorno inmediato, sin pensar que existen otras realidades, otros pensamientos y otras vivencias completamente distintas a las nuestras.
Vivencias que arrastran a familias enteras en barrios y comunidades marginadas, donde la delincuencia es el pan de cada día. Donde los robos, los asesinatos, y las adolescentes de 11, 12 y 13 años embarazadas se han vuelto parte de una normalidad dolorosa, producto de una realidad que hemos permitido que se repita y se perpetúe. Niños sumergidos en el consumo de drogas y alcohol, saltándose la niñez y entrando abruptamente en una adultez sin guía, sin preparación, sin experiencia y, muchas veces, sin esperanza.
Adolescentes inmersos en la delincuencia extrema, muchas veces inducidos por sus propios padres o por el ejemplo que ven en su entorno, justificando sus actos en la falta de oportunidades, en el abandono de las autoridades competentes y en la indiferencia del gobierno.
Le hemos dejado todo al Estado, sin detenernos a mirar que la primera institución responsable es la familia. Desde allí también hemos fallado. Dejamos solos a jóvenes que, en el mejor de los casos, terminan en una cárcel olvidados por un sistema que nunca los miró; y en el peor, terminan en un cementerio, donde lo único que queda de ellos es una fotografía.
Padres y madres que, en medio de la desesperación o la indiferencia, terminan prostituyendo a sus propios hijos. Y aunque parezca ilógico o exagerado, esta es una realidad común en muchos barrios marginados, donde niñas son obligadas a convertirse en mujeres demasiado pronto, justificando la violencia como una forma de supervivencia, como un simple “hacer su diligencia”.
No podemos seguir ignorando estas realidades. No podemos seguir mirando hacia otro lado. Si no cambiamos, si no asumimos nuestra parte, estaremos condenando a futuras generaciones a vivir en el mismo abandono y oscuridad que hoy preferimos no ver.