El crédito informal: ¿aliado o enemigo del bolsillo?
El crédito informal puede ser un aliado únicamente cuando se usa con disciplina y dentro de un plan claro. Por ejemplo, participar en un “san” para reunir dinero y hacer una compra grande en el superm…
En los barrios dominicanos es común escuchar frases como: “Apúntamelo en la libreta”, “Después del quince te pago” o “Voy a dar una vuelta donde el prestamista”. Para muchas familias, el crédito informal se ha convertido en una salida rápida cuando el dinero no alcanza. Sin embargo, lo que parece una ayuda momentánea suele convertirse en una trampa que encarece la vida y debilita aún más el presupuesto del hogar.
El fiado en el colmado: un hábito cultural
Fiar en el colmado es parte del día a día de muchas familias. El colmadero conoce a los clientes, apunta en una libreta y “espera” hasta que llegue el próximo cobro. En apariencia es un alivio: se resuelve la cena, el desayuno de los niños o el café de la mañana. Pero en la práctica, esa deuda rara vez se paga al mismo precio.
Aunque no siempre se ve como un “interés”, los productos fiados suelen ser más caros que cuando se compran al contado. Además, fiar fomenta la compra desorganizada y hace imposible llevar control del gasto. Al final del mes, la cuenta en el colmado puede convertirse en una sorpresa desagradable que resta liquidez y deja a la familia con menos capacidad de ahorro.
El “san” o tanda: disciplina o presión
Otra forma de crédito informal es el popular “san” o “tanda”, donde un grupo de personas aporta una cantidad fija cada semana o mes y, por turnos, cada participante recibe el total. Aunque puede ser útil para forzar el ahorro o disponer de una suma importante en un momento específico, también conlleva riesgos.
Si alguien del grupo deja de pagar, se rompe el ciclo y los demás pueden salir perjudicados. Además, cuando el dinero recibido se usa solo para cubrir deudas o gastos corrientes, el “san” deja de ser una herramienta de planificación y se convierte en un simple ciclo de estrés financiero.
Prestamistas y casas de empeño: la salida más cara
Cuando la urgencia es mayor, muchas personas recurren a los prestamistas o casas de empeño. Aquí el peligro es evidente: tasas de interés altísimas, que en algunos casos duplican o triplican la deuda en cuestión de meses.
Un préstamo de RD$5,000 con un interés semanal de 10% puede terminar costando más de RD$10,000 en poco tiempo. Lo mismo ocurre con los empeños: se entrega un electrodoméstico o una prenda de valor, y si no se paga a tiempo, se pierde.
Este tipo de crédito puede resolver un problema inmediato, pero casi siempre genera un problema mayor a mediano plazo.
¿Aliado o enemigo?
El crédito informal puede ser un aliado únicamente cuando se usa con disciplina y dentro de un plan claro. Por ejemplo, participar en un “san” para reunir dinero y hacer una compra grande en el supermercado puede ser positivo. Pero cuando el fiado y el préstamo se vuelven costumbre, se convierten en enemigos del bienestar económico.
El verdadero problema no está en el crédito en sí, sino en la falta de organización financiera. Muchas familias dependen del fiado porque no planifican su compra, gastan en pequeños antojos diarios o no destinan una parte de sus ingresos a un fondo de emergencias.
La alternativa: planificación y pequeños cambios
Salir del ciclo del crédito informal no es fácil, pero tampoco es imposible. Algunas estrategias prácticas incluyen:
- Hacer una lista de compras básicas y priorizar los alimentos y productos que siempre se consumen.
- Ahorrar de a poco: aunque sean RD$50 diarios, al final del mes se convierten en RD$1,500 que pueden usarse para la compra del hogar.
- Evitar los gastos hormiga: refrescos, frituras, cigarrillos y dulces que parecen insignificantes, pero suman miles de pesos al mes.
- Planificar pagos grandes con anticipación: matrícula escolar, útiles, seguros, etc.
- Usar crédito formal responsablemente, como tarjetas o préstamos bancarios pequeños, que, aunque requieren más disciplina, ofrecen tasas mucho más bajas que el crédito informal.
El crédito informal no es gratis: siempre se paga más caro, ya sea en dinero, en bienes perdidos o en estrés acumulado. Aunque pueda parecer una tabla de salvación, en realidad es un círculo que atrapa a las familias y les impide avanzar hacia la estabilidad.
Organizarse, planificar y hacer pequeños cambios en los hábitos de consumo es la clave para depender cada vez menos de estas prácticas. Porque la verdadera libertad financiera no está en fiar o en el prestamista, sino en tener el control del dinero y decidir en qué se gasta cada peso.