La transformación de Daniel Stern: del ladrón de “Mi pobre angelito” a una vida lejos de las cámaras: “No salgo de mi granja”
La imagen de Daniel Stern quedará para siempre ligada al personaje de Marv, uno de los icónicos ladrones que intentan sin éxito asaltar la casa de los McCallister en la legendaria comedia navideña Mi …

La imagen de Daniel Stern quedará para siempre ligada al personaje de Marv, uno de los icónicos ladrones que intentan sin éxito asaltar la casa de los McCallister en la legendaria comedia navideña Mi pobre angelito.
Estrenada hace ya 35 años, la película –protagonizada por Macaulay Culkin y escrita por John Hughes– se mantiene vigente como un clásico que cada año resurge durante la temporada festiva, hilvanando memorias y risas en varias generaciones. Stern, con sus caídas cómicas y expresiones desbordadas, entregó a la audiencia un villano tan temible como entrañable, inmortalizando episodios como el de la plancha sobre la cara o los botes de pintura colgando sobre su cabeza.
El impacto de Mi pobre angelito no solo fue inmediato, sino que también consolidó a Stern como una estrella reconocible internacionalmente, un estatus que, con el tiempo, el actor ha aprendido a manejar y, finalmente, a mantener a distancia.
Una nueva vida, una nueva imagen

A sus 68 años, Daniel Stern vive una realidad completamente alejada del bullicio mediático. El hombre que en la pantalla grande lucía siempre preparado para una nueva travesura luce ahora irreconocible para quienes recuerdan su versión de los años noventa.
Su aspecto ha cambiado radicalmente: cabello blanco, barba larga y desarreglada, y una actitud que denota tranquilidad y preferencia por la vida sencilla. Stern reside actualmente en un rancho en Ventura, California, donde ha construido un refugio personal lejos de la rutina hollywoodense y los flashes de las alfombras rojas.
Su rutina actual se rige por la calma y el contacto con la naturaleza. En reiteradas ocasiones, el propio actor ha expresado que rara vez abandona su granja y que descarta participar en eventos públicos relacionados con Mi pobre angelito o con la industria del entretenimiento.
A pesar de la insistencia de sus fanáticos, Stern asegura en diálogo con PEOPLE que prefiere las videollamadas o conversaciones virtuales antes que los encuentros en persona. “No salgo de mi granja”, sostuvo en una entrevista reciente, resaltando su inclinación por una vida hogareña y reservada.
Tomar distancia de Hollywood: motivos y consecuencias
Luego del éxito arrollador de Mi pobre angelito y otras producciones como Viva Las Nowhere, A Previous Engagement y Whip It –en las que amplió su papel más allá de la actuación incursionando en la dirección–, Stern optó por dar un giro a su vida y alejarse de la industria cinematográfica.
Según explicó, la decisión se forjó tras años de viajes y largas ausencias del entorno familiar. “Hice muchas películas geniales, pero llegó un momento en que extrañaba a mi familia cuando estaba lejos. Decidí dejar de viajar tanto, quedarme en casa y centrarme en mi familia y otras pasiones artísticas”, admitió en su sitio web.
El resultado, según sus propias palabras, ha sido el logro de “una vida familiar maravillosa y esta obra”, en referencia a su nueva faceta como artista plástico.
Arte, redes y nuevas pasiones

La búsqueda de nuevas formas de contar historias llevó a Stern desde el plató de cine al taller de escultura. En las últimas dos décadas, ha desarrollado una carrera sólida como escultor y artista visual, donde sus piezas aspiran a capturar momentos y emociones, tal como lo hacía con sus personajes en la pantalla.
En su perfil de Instagram, que reúne a más de 330 mil seguidores, Stern afirma: “Haciendo magia cinematográfica desde 1979. Ahora, haciendo arte”. Su actividad artística puede seguirse tanto en Instagram como en TikTok, donde interactúa con una comunidad creciente de fans, comparte sus procesos creativos y exhibe sus obras, actualmente presentes en varias locaciones de California.
Stern ofrece visitas guiadas, bajo cita previa, a su estudio para coleccionistas, diseñadores y clientes interesados en su trabajo. “Veo cada escultura como un fotograma de una película, un momento en la historia de una vida”, reflexiona en su plataforma digital, manifestando su deseo de que sus piezas generen interacciones y emociones. “
Mi sueño es que la gente se ponga delante de la cámara y pose frente a ellas”, expresó a The New York Times en 2024, aludiendo al carácter participativo de sus instalaciones.
Entre mandarinas y solidaridad

La vida de Stern en la granja va más allá del arte. El actor cultiva mandarinas en su rancho de Ventura junto a su esposa, Laure Mattos. Sus publicaciones en redes sociales sobre el proceso de cosecha han llegado a registrar millones de reproducciones, mostrando su carisma y cercanía, virtudes que, ahora lejos de la gran pantalla, siguen conquistando al público digital. Uno de sus hijos resumió con humor su nuevo rol en la familia al decirle: “Si dan ‘me gusta’ al jugo de mandarina, les gustás vos, papá. Les gusta lo que hacés, no tus personajes”.
La dimensión personal y social de Stern también incluye la colaboración con la fundación Boys & Girls Clubs of America, organización dedicada a la orientación y el apoyo a niños y jóvenes, proporcionando recursos educativos y deportivos.
Una mirada nostálgica pero distante hacia “Mi pobre angelito”

Pese al agradecimiento que siente por el filme que lo catapultó a la fama, Daniel Stern evita cualquier re-ligazón emotiva con Mi pobre angelito en la actualidad.
En 2024, año en que se cumplió el 35° aniversario del estreno, declinó asistir a tributos o reuniones del elenco, limitando sus intervenciones a videollamadas por motivos personales. En palabras de uno de sus hijos, Stern es una “superestrella de temporada”, pues cada diciembre su personaje revive en los hogares del mundo, aunque el actor prefiera quedarse cosechando mandarinas o modelando esculturas en su taller.
Así, Stern ha logrado transformar el peso de la fama en una vida sencilla y creativa, alejada de los reflectores, pero nunca del reconocimiento de quienes crecieron viéndolo correr por los pasillos de la mítica casa de los McCallister.








