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Economía

El ciclo de la tarjeta: cuando pagar no significa salir de deuda

También es útil cambiar la mentalidad de “pagar por pagar” a “usar con propósito”. La tarjeta puede ser tu aliada si se utiliza solo para consumos planificados, si se paga el total al corte y si se ap…

Escalen Batista • October 19, 2025 6:00 pm
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Llega la quincena, haces tu pago de tarjeta, sientes alivio por cumplir… pero dos semanas después el balance vuelve a estar igual que antes. Parece un déjà vu financiero del que no se puede escapar. Lo peor es que muchos lo viven en silencio, creyendo que el problema es la falta de disciplina, cuando en realidad es una señal de algo más profundo: el dinero no alcanza para el estilo de vida actual, y la tarjeta de crédito se ha convertido en una muleta para sobrevivir el mes. Este patrón se repite en miles de hogares dominicanos. Se usa la tarjeta para completar la compra del supermercado, pagar la escuela, cubrir el combustible o incluso un gustito “inofensivo”. Luego llega el corte, se paga una parte o el total, y al poco tiempo el ciclo vuelve a comenzar. La deuda nunca desaparece del todo, solo cambia de forma.

El crédito, que en teoría debería servir como herramienta para facilitar pagos o acumular beneficios, se convierte en una extensión del salario. En otras palabras, el ingreso real se queda corto, y la tarjeta llena el hueco. Así se instala una falsa sensación de estabilidad: se paga, se consume, se paga otra vez… y mientras tanto, el dinero trabaja para el banco, no para ti.

La raíz del problema no está en la tarjeta, sino en la estructura financiera personal. Cuando no existe un fondo de emergencia, cualquier imprevisto —una reparación, una medicina, una cena— termina financiándose con crédito. A eso se suma que muchas decisiones de consumo se toman desde la emoción: el “me lo merezco” o el “solo por esta vez” abren la puerta a gastos que no estaban contemplados. Y cuando el presupuesto se diseña en base al ingreso bruto, sin descontar compromisos ni cuotas, se genera una brecha silenciosa que crece cada mes.

Romper el ciclo exige más conciencia que fuerza de voluntad. El primer paso es identificar el déficit mensual real: cuánto falta para que tus ingresos cubran tus gastos básicos sin depender del crédito. Una vez identificado ese monto, puedes diseñar un plan de corrección gradual. No se trata de eliminar la tarjeta, sino de devolverle su función original.

Una buena estrategia es vivir un mes sin usarla para gastos del día a día. Ese ejercicio te mostrará con claridad dónde se escapa el dinero y qué gastos pueden recortarse. Paralelamente, crear un pequeño fondo de respaldo —aunque sea con RD$1,000 a la semana— te dará margen para enfrentar imprevistos sin tener que recurrir al crédito. La idea no es hacerlo de golpe, sino construir una estructura más sana, paso a paso.

También es útil cambiar la mentalidad de “pagar por pagar” a “usar con propósito”. La tarjeta puede ser tu aliada si se utiliza solo para consumos planificados, si se paga el total al corte y si se aprovechan los beneficios sin caer en intereses. El crédito bien gestionado no esclaviza, potencia.

El problema no es el plástico, es la rutina que hemos normalizado. Vivir siempre con la tarjeta al tope genera estrés, ansiedad y sensación de estancamiento. Romper ese patrón no solo mejora tu economía, sino también tu bienestar mental. Porque la verdadera libertad financiera no es tener muchas tarjetas, sino poder guardarlas sin necesitarlas.

En tiempos donde todo parece más caro y el salario rinde menos, usar la tarjeta con inteligencia es un acto de madurez financiera. No se trata de eliminar el crédito, sino de usarlo con conciencia, planificación y propósito. Pagar la tarjeta no debería ser sinónimo de volver a llenarla, sino de avanzar un paso más hacia una relación sana con el dinero.