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Bienestar Y Vida

El estrés infantil deja secuelas físicas y eleva el riesgo de enfermedades en la vida adulta

Un estudio del laboratorio Pontzer, adscrito al Departamento de Antropología Evolutiva de la Universidad de Duke, reveló que el estrés experimentado por niños entre los 9 y 11 años puede predecir la a…

Redacción Telenoticias • December 20, 2025 1:15 pm
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Un estudio del laboratorio Pontzer, adscrito al Departamento de Antropología Evolutiva de la Universidad de Duke, reveló que el estrés experimentado por niños entre los 9 y 11 años puede predecir la aparición de enfermedades crónicas en la edad adulta.

La investigación, desarrollada durante más de tres décadas en Estados Unidos, analizó biomarcadores y factores ambientales para medir el impacto fisiológico de la adversidad infantil a largo plazo. Los hallazgos fueron publicados en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.

El estudio se basó en datos del Great Smoky Mountains Study, un seguimiento iniciado en 1992 que evalúa la salud mental y física de menores estadounidenses desde la infancia hasta la adultez. A lo largo del análisis, los científicos observaron cómo experiencias adversas tempranas se traducen en alteraciones biológicas persistentes.

Entre los indicadores evaluados figuran la presión arterial, el índice de masa corporal, los niveles de proteína C reactiva —un marcador clave de inflamación— y los anticuerpos contra el virus Epstein-Barr. Según los investigadores, estos parámetros evidencian que el estrés prolongado en la niñez puede activar respuestas fisiológicas que, con el tiempo, incrementan la vulnerabilidad a enfermedades crónicas.

Los expertos concluyen que los resultados refuerzan la importancia de detectar y atender a tiempo las situaciones de estrés en la infancia, ya que sus efectos no solo impactan el bienestar inmediato de los niños, sino que también influyen de manera significativa en su salud a lo largo de la vida.

La investigación de Duke University
El Great Smoky Mountains StudyEl Great Smoky Mountains Study permitió identificar cómo la adversidad en la infancia impacta en la presión arterial y la inflamación (Imagen Ilustrativa Infobae)

La investigación define a la “carga alostática” como el desgaste corporal producido por la exposición crónica al estrés. La evidencia científica muestra que los daños ocurren en órganos y sistemas clave desde edades tempranas.

Datos, contextos y hallazgos

Según los expertos de Duke University, el estrés medido cuantitativamente en edades tan tempranas como los 9 años permite prever el riesgo de enfermedades cardiometabólicas en el futuro.

De acuerdo con Elena Hinz, autora principal de la investigación, la evaluación objetiva de muestras biológicas supera las limitaciones de estudios donde se solicita a adultos recordar eventos pasados. Este enfoque permite descubrir asociaciones directas entre condiciones vividas y efectos a largo plazo.

El concepto de carga alostáticaEl concepto de carga alostática explica el desgaste corporal causado por el estrés crónico desde edades tempranas (Imagen Ilustrativa Infobae)

Según la evidencia mencionada por la Universidad de Duke, la infancia en contextos de pobreza, inestabilidad económica y desventajas sociales incrementa el riesgo de problemas cardiovasculares y metabólicos, confirmaron los autores. De acuerdo con Hinz, crecer en ambientes rurales con dificultades alimentarias y físicas impacta de manera tangible en el bienestar de los menores.

Hinz remarcó el papel del entorno físico, la alimentación y el acompañamiento familiar durante la niñez. El tipo de estrés vivido varía según la región y los recursos disponibles, señalaron los investigadores.

El estrés infantil en contextosEl estrés infantil en contextos de pobreza e inestabilidad económica aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas (Imagen Ilustrativa Infobae)

El equipo científico explicó el proceso fisiológico que conecta el estrés y la enfermedad. Según Herman Pontzer, codirector del estudio, el cuerpo humano utiliza la respuesta de “luchar o huir” ante el desafío agudo, lo que implica aumentos en la frecuencia cardíaca y la presión. Un estímulo sostenido en el tiempo provoca que la reacción no desaparezca y los órganos permanezcan alterados, con consecuencias negativas de salud.

De acuerdo con el estudio, niños de entre 8 y 10 años ya reflejan cambios en la presión arterial atribuibles a la adversidad. Los investigadores aseguran que la intervención temprana y el acceso a recursos básicos —alimentación suficiente, contención, salud— son claves para prevenir enfermedades adultas relacionadas con el estrés infantil.

La evaluación objetiva de muestrasLa evaluación objetiva de muestras biológicas en niños supera las limitaciones de estudios basados en recuerdos adultos, según Elena Hinz (Imagen Ilustrativa Infobae)

Según los resultados publicados, la reducción del estrés en la niñez requiere mejorar la estabilidad familiar y combatir las situaciones de pobreza e incertidumbre alimentaria a través de políticas públicas enfocadas en la educación y el acceso a servicios básicos.

“La seguridad de saber que habrá comida en la mesa modifica la respuesta fisiológica al estrés”, concluyó Pontzer. Los autores subrayaron la importancia de acompañar a las familias y a la infancia para reducir riesgos futuros.

El acompañamiento familiar, la alimentaciónEl acompañamiento familiar, la alimentación adecuada y el entorno físico son factores clave para reducir el impacto del estrés infantil (Imagen Ilustrativa Infobae)

La investigación recibió financiamiento del National Institute of Mental Health, el National Institute on Drug Abuse, la William T. Grant Foundation y el Economic and Social Research Council del Reino Unido. El artículo completo se publica bajo el título “Childhood allostatic load predicts cardiometabolic health in adulthood” en Proceedings of the National Academy of Sciences.

El vínculo entre el estrés infantil y las enfermedades crónicas de adultos amplía la comprensión de la salud integral. La información obtenida refuerza la importancia de entornos familiares y comunitarios estables para el desarrollo pleno y saludable, según los especialistas de Duke University.