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Opiniones

Mientras esperamos un nuevo código penal, los graves delitos son beneficiados con penas mínimas

Existen múltiples realidades que coexisten, pero que rara vez se enfrentan con la misma urgencia. Una de esas realidades, profundamente dolorosa y demasiado común, es la que se vive en muchos barrios …

Redacción Telenoticias • June 26, 2025 11:31 pm
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Por Julissa Martínez Hernández

En la República Dominicana, urge una modificación profunda del Código Penal, una reforma que contemple penas más justas y severas para quienes atenten contra la paz y la seguridad de los ciudadanos, especialmente contra la niñez. No se trata de castigar por castigar, sino de garantizar que la justicia funcione y que el miedo no siga siendo el lenguaje dominante en nuestras comunidades.

Existen múltiples realidades que coexisten, pero que rara vez se enfrentan con la misma urgencia. Una de esas realidades, profundamente dolorosa y demasiado común, es la que se vive en muchos barrios marginados, donde la delincuencia extrema ha dejado de ser una excepción para convertirse en la norma.

En estos sectores, las bandas delictivas no dominan por la fuerza militar, sino por el miedo. El temor a las represalias es tan grande que, cuando la policía finalmente interviene para desmantelar un punto de drogas, los vecinos no celebran: temen. Temen que al día siguiente los delincuentes sean liberados y regresen a tomar venganza contra quienes “no los ayudaron”. Este ciclo se repite constantemente, generando una sensación de indefensión total.

Las familias viven atrapadas en una rutina de miedo. No se puede caminar tranquilo por las calles, ni sacar un celular sin riesgo. Quien lo hace, corre el peligro de que un desconocido enviado por quienes vigilan desde las esquinas lo asalte. A veces, incluso se negocia con los mismos delincuentes para recuperar lo robado, pagando por lo que ya es nuestro.

Y lo más triste es que no se puede denunciar. Las autoridades responsables de nuestra seguridad muchas veces no actúan, y si lo hacen, los malhechores son liberados casi de inmediato. Esto solo refuerza la impunidad, alimenta el temor y normaliza una violencia que no debería ser tolerada.

Pero esta realidad no se limita solo a la delincuencia callejera. También está el peligro que corren muchos niños y niñas que, por necesidad, deben quedarse solos mientras sus padres trabajan. En estos barrios, los abusadores están al acecho, y muchas veces no hay consecuencias para quienes les hacen daño.

Esta es una de las muchas realidades que vivimos y que ya no podemos seguir ignorando. Porque donde el miedo manda, la justicia desaparece. Y donde no hay justicia, no hay paz.