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Se divorció de su mujer y se enamoró de su vecino sin darse cuenta, pero aceptarlo fue mucho más difícil

Habían sido, primero, vecinos, y después, amigos. Sólo con el correr de los meses se dieron cuenta de que les pasaba otra cosa, y aceptarlo llevó más tiempo todavía. Marcelo se mudó al edificio donde el Pela vivía con su novia después de separarse de su mujer de toda la vida.

Redacción Telenoticias • June 4, 2023 6:19 pm
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Marcelo tenía 50 años y más de media vida de matrimonio cuando se separó de la madre de sus hijos y se mudó a un monoambiente para empezar de nuevo. Ahí conoció al Pela y se hicieron amigos, hasta que la amistad se transformó en otra cosa y el miedo al qué dirán casi le cuesta la felicidad.

Un abrazo en la playa frente a sus amigos. Algo tan común para tantas parejas, para ellos era un hito: nunca lo habían hecho antes. En dos años de relación, nunca se habían abrazado en público, ni se habían dado un beso o la mano por la calle. En la foto, que Marcelo ahora prefiere reservar por respeto a la memoria del hombre que le cambió la vida para siempre, se los ve felices. Imposible imaginar al verla que fue la primera y la última: el Pela murió al día siguiente.

Habían sido, primero, vecinos, y después, amigos. Sólo con el correr de los meses se dieron cuenta de que les pasaba otra cosa, y aceptarlo llevó más tiempo todavía. Marcelo se mudó al edificio donde el Pela vivía con su novia después de separarse de su mujer de toda la vida. Se había casado a los 24 “buscando volver a tener una familia”; sus padres habían muerto cuatro años antes con tres meses de diferencia, y él quedó a cargo de sus hermanas de 6 y 16.

Fue una época muy dura: acompañar a sus padres cuando enfermaron de cáncer, los tratamientos, las recaídas, la economía familiar cada vez más complicada, enterrarlos casi en simultáneo, y quedarse solos y sin nada, porque en medio de la desgracia, su tío se quedó con la parte de la empresa que le correspondía a su papá. Marcelo se las arregló como pudo, trabajando de lo que fuera para mantener la casa. En ese caos, se volvió meticuloso y estructurado, limpiaba como un maniático, no salía de su cuarto si sus pantuflas no habían quedado paralelas y frente a la cama. Se aferraba a las pequeñas cosas que sí podía controlar porque todo lo demás se le había ido de las manos.

Tanto dolor le pasó factura y se deprimió, así que su psicólogo lo mandó a hacer algún deporte para despejarse y conectar con algo distinto. Se anotó en un gimnasio para hacer natación y ahí, en la pileta, conoció a la que sería la madre de sus hijos. Estuvieron dos años de novios y, cuando se casaron, ella se mudó a la casa en la que Marcelo vivía con sus hermanas menores. “En ese momento estaba muy enamorado, era mi primera novia en serio y estuvimos 26 años juntos”, asegura él a Infobae ahora.

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