Supermercado vs. Colmado: desmontando el mito de que “lo barato está en lo chiquito”
Ir al supermercado no significa necesariamente comprar en exceso. Se trata de organizarse y enfocarse en lo que realmente se consume. Los básicos —arroz, habichuelas, aceite, azúcar, sal, harina, lech…
En muchos barrios dominicanos existe la creencia de que el supermercado es “para ricos” y que lo barato está en comprar al detalle en el colmado. Esta percepción se ha transmitido de generación en generación, al punto de que muchas familias sienten miedo de ir al supermercado porque piensan que gastarán demasiado o que no se ajusta a sus posibilidades. Sin embargo, la realidad es muy distinta: cuando hablamos de costo por unidad, el supermercado suele ser más conveniente y ofrece beneficios que van mucho más allá del precio.
Comprar al detalle puede parecer accesible porque se gasta poco en el momento. Pero esa sensación es engañosa. Una libra de arroz en el colmado, por ejemplo, puede costar RD$45, mientras que una funda de 10 libras en el supermercado ronda los RD$360. Haciendo la división, el arroz del super cuesta RD$36 la libra. La diferencia es clara: RD$9 menos por cada libra. A la larga, esa pequeña brecha se multiplica en decenas de productos que consumimos a diario.
Otro caso común es el aceite. Una botellita de 8 onzas en el colmado puede costar RD$90. Mientras tanto, una garrafa de 64 onzas en el supermercado ronda los RD$450. Si dividimos, cada 8 onzas cuestan RD$56. La diferencia entre RD$90 y RD$56 no es poca cosa, especialmente en hogares que cocinan todos los días.
¿Por qué entonces tanta gente insiste en el colmado? La respuesta es simple: liquidez. El colmado se ajusta al “resuelve del día a día”. Cuando el dinero llega contado y hay que estirarlo hasta el próximo cobro, el colmado parece el único camino. Sin embargo, este patrón termina atrapando a las familias en un ciclo de gasto más alto, precisamente porque no se planifica.
Ahora bien, el debate entre colmado y supermercado no debe limitarse solo al costo por unidad. Existen otros factores que hacen que el supermercado se convierta en una herramienta estratégica para la economía familiar.
En primer lugar, la calidad y seguridad de los productos. En los supermercados hay mayor control en el manejo de alimentos: productos empacados, refrigerados y con fechas de caducidad visibles. Esto brinda tranquilidad a las familias que buscan cuidar su salud.
En segundo lugar, está el tiempo y la organización. Comprar en el supermercado significa reducir la frecuencia de las compras. En lugar de salir todos los días al colmado, se puede organizar una compra semanal, quincenal o incluso mensual. Esto ahorra dinero en transporte y disminuye la tentación de gastar en productos que no son necesarios.
Otro beneficio es la posibilidad de elegir y comparar. En el colmado se compra lo que hay, sin mucha opción. En el supermercado, en cambio, se puede elegir entre varias presentaciones y marcas, ajustando la compra al presupuesto disponible.
Además, muchos supermercados cuentan con programas de lealtad, descuentos y ofertas que no existen en los colmados. Estos beneficios, aunque parezcan pequeños, representan un ahorro real con el tiempo. Un simple 5% de descuento en la compra mensual puede significar cientos de pesos que se quedan en el bolsillo de la familia.
Finalmente, está el aspecto emocional y social. Comprar en el supermercado genera una sensación de organización y control. Se trata de dignidad: saber que el hogar está abastecido y que no se depende del “resuelve del día a día”. Es la tranquilidad de abrir la despensa y ver que hay lo necesario para alimentar a la familia con estabilidad.
Ir al supermercado no significa necesariamente comprar en exceso. Se trata de organizarse y enfocarse en lo que realmente se consume. Los básicos —arroz, habichuelas, aceite, azúcar, sal, harina, leche— siempre saldrán más baratos en cantidades mayores, y planificar su compra reduce la presión financiera a largo plazo.
El reto, entonces, está en cambiar la mentalidad. Pensar en ahorro no es solo guardar lo que sobra, sino gastar con inteligencia desde el principio. Comprar detallado puede parecer una salida práctica, pero a la larga encarece la vida. Comprar planificado en el supermercado, aunque implique un esfuerzo inicial, es la estrategia que realmente ayuda a que el dinero rinda y que la familia viva con más tranquilidad.
En fin, el supermercado no es un lujo, es una herramienta de organización y bienestar. Supera el mito de que “lo barato está en lo chiquito” y se convierte en un paso hacia la estabilidad financiera, la salud y la dignidad que todas las familias merecen.